Consentir es patriarcal


Consentir es patriarcal. Por Ana Pollán

COMENTARIO PREVIO DE OSVALDO BUSCAYA


a) {Consentir no significa aprobar, ni celebrar, ni desear, ni entusiasmarse con el acto que se consiente. Más bien, significa transigir o tolerar una acción de un tercero, con independencia de si la misma se desea o repugna; de si se celebra o se lamenta. De hecho, la propia idea de “acomodarse” o “condescender” sugiere más una quiebra de la propia voluntad para que se lleve a cabo dicha acción que un interés entusiasta o apetencia gozosa en que la misma ocurra. Por otra parte, el consentimiento se otorga para que un tercero actúe, lo que coloca al sujeto que consiente en una actitud necesariamente pasiva.}

Pues, debemos considerar en la relación interhumana del transexual ecuménico perverso patriarcado, como aísla lo femenino, determinado en nuestra cultura hasta la función biológica, que vendría a ser su sustrato y que designó e impuso la perversión irresoluble y ambigüedad sexual del varón, no sublimada infinitamente variada que su comportamiento pone de manifiesto donde “el consentimiento se otorga para que un tercero actúe, lo que coloca al sujeto que consiente en una actitud necesariamente pasiva”. Fundamentado en la correlación que se manifiesta constantemente entre el ejercicio, el tipo y las anomalías y un gran número de formas y “síntomas” que se ofrecen al control de la observación; el abuso, la violación, el femicidio, etc. Organización perversa en la asignación de su valor erótico, que se le impone a la mujer en el terreno metapsicológico con el “principio de realidad” que el perverso varón le impone a lo femenino. Debiendo examinar la realidad de la imagen y las formas del conocimiento real en considerar que, toda acción del transexual ecuménico perverso patriarcado en atribuirse la tarea de avalar la igualdad de los sexos, es la consabida e hipócrita trampa “adoptada” para someter al feminismo radicalizado.

b) {Es decir, basar las relaciones sexuales en el consentimiento, sitúa a las mujeres en la posición subordinada en la que su máxima capacidad de decisión al respecto consiste en transigir o resistirse a ser accedidas sexualmente por quien sí ostenta la condición de sujeto activo por excelencia, y más, particularmente, en el sexo: el hombre.}

Pues, la transexual ecuménica perversa civilización patriarcal expone su sintomatología en su relación con lo femenino calculando con sus reproches, reacciones emocionales de ira, las demostraciones intimidantes, las violaciones, el femicidio. La eficacia propia de esa situación agresiva sobre lo femenino es manifiesta en la acción formadora mediante el control en la educación de la que dependemos: la agresividad intencional roe, disgrega, castra, conduce a la muerte. Agresividad del transexual ecuménico perverso patriarcado ejercido dentro de constricciones reales, no menos eficaz por vía de la expresión: Un severo y transexual perverso patriarca ecuménico intimida con su sola presencia; imagen del castigador enarbolada para que el niño varón la forme, más lejos que ningún estrago.

c) {Basar las relaciones sexuales en el consentimiento, y no en el deseo, es uno de los retrocesos más alarmantes vendido como progreso. Vanagloriarse de ello es un alarde de misoginia y estulticia.}

Pues, en el discurso hipócrita del transexual ecuménico perverso patriarcado en realidad vemos la exposición de su perversión para la comunidad, jugando al profeta ecuménico al “Basar las relaciones sexuales en el consentimiento, y no en el deseo”. Por lo demás como asombrarse de esas reacciones, donde el feminismo denuncia los resortes agresivos escondidos en todas las actividades tendientes a la “igualdad” cuando “Vanagloriarse de ello es un alarde de misoginia y estulticia”. Puede verse en el más azaroso incidente, con la mujer donde basta para provocar la intención agresiva, que reactualiza su irresoluble perversión y ambigüedad sexual, una estructura particularmente destinada a camuflar, a desplazar, a negar y o amortiguar la intención agresiva sobre lo femenino.

La irresoluble perversión y ambigüedad sexual del varón, responde a lo emergente de asociaciones originadas en las fases oral, sádico anal y fálica; un curso inevitable que la civilización patriarcal no está dispuesta a alterar. El complejo de castración predomina guiando al varón desde la horda primordial, donde la “rebelión”, habría trasladado el poder a la “comunidad”, pero de los machos. Éste juego “democrático” se justifica y está basado en el acatamiento a la ley del “padre”; macho primordial. En éste “balbuceo”, sobre una situación milenaria de sometimiento patriarcal, el feminismo, que deberá tomar el poder sobre el varón, nos presenta un lineamiento positivo en el sentido de la vital y absoluta claridad de contemplar lo esencial de la fase oral, sádica anal y fálica en la educación del infante. Educación bajo el control absoluto de la mujer.

Un penoso “conflicto” que la mujer padecería sería; ¿Cómo admitir que el patriarcado es el padre, el hermano, el compañero, el dirigente, el ecuménico, etc., y que en esta regla no habría excepción?

Señalo en mi Ciencia de lo femenino (Femeninologia) cuanto tenemos que aprender, sobre la estructura de la relación de la mujer con la verdad como causa, en la imposición del transexual ecuménico genocida perverso patriarcado incluso en las primeras decisiones de la simiesca horda primitiva.

El sentido y la verdad del feminismo (la mujer) es la derrota del varón; perverso irresoluble y ambiguo sexual

El feminismo es única y absolutamente la mujer”

Un travesti o un trans; no es una mujer

El discurso de la acción femeninológica, de mi ciencia de lo femenino (Femeninologia), expone al varón frente a aquello que ha silenciado en el pasado; el fundamento agresivo que encubre con su hipócrita moral y ética patriarcal, que se demuestran insostenibles en el presente.

Buenos Aires

Argentina

31 de agosto de 2023

Osvaldo V. Buscaya (1939)

Psicoanalítico (Freud)

*Femeninología

*Ciencia de lo femenino

Consentir es patriarcal



Por Ana Pollán

Graduada en Filosofía por la UVA. Máster en Filosofía Teórica y Práctica por la UNED. Feminista abolicionista, republicana y defensora de la educación pública. Anticapitalista.

Según la RAE, consentir es “permitir algo o condescender en que se haga”. A su vez, define condescender como “acomodarse por bondad o conveniencia al gusto y voluntad de alguien.”

Consentir no significa aprobar, ni celebrar, ni desear, ni entusiasmarse con el acto que se consiente. Más bien, significa transigir o tolerar una acción de un tercero, con independencia de si la misma se desea o repugna; de si se celebra o se lamenta. De hecho, la propia idea de “acomodarse” o “condescender” sugiere más una quiebra de la propia voluntad para que se lleve a cabo dicha acción que un interés entusiasta o apetencia gozosa en que la misma ocurra. Por otra parte, el consentimiento se otorga para que un tercero actúe, lo que coloca al sujeto que consiente en una actitud necesariamente pasiva.

Así las cosas, quien celebre “haber puesto el consentimiento en el centro de cualquier actividad sexual” celebra la sexualidad más patriarcal que puede concebirse. Celebra la vuelta a un esquema sexual en el que solamente existe un hombre que desea y una mujer que tolera que aquel haga con ella lo que desea hacer. Celebra que, de todas las posibilidades que ofrece la expresión de la sexualidad, a las mujeres se les circunscriba estrictamente a la capacidad de condescender o no con lo que dicte deseo masculino, pero jamás tener, explorar y manifestar uno propio. Es decir, basar las relaciones sexuales en el consentimiento, sitúa a las mujeres en la posición subordinada en la que su máxima capacidad de decisión al respecto consiste en transigir o resistirse a ser accedidas sexualmente por quien sí ostenta la condición de sujeto activo por excelencia, y más, particularmente, en el sexo: el hombre.

Haber tenido una relación sexual perfecta y rotundamente consentida, con un “¡Sí, consiento!” gritado y repetido diez veces si se quiere, (pero no deseada, ni apetecida) es haber sido víctima de violencia sexual. Por otra parte, transmitir a los hombres que todo lo que tienen que buscar en una interacción sexual con las mujeres para que la misma no se considere legalmente una agresión es que la mujer la consienta (esto es, que la ceda, tolere, la transija o la soporte, con independencia de que la desee) es reafirmar la máxima patriarcal según la cual las mujeres son naturalmente pasivas, especialmente en lo que respecta a la sexualidad. Se podrá decir que la ley contempla que el consentimiento sea libre. Sin embargo, es bastante ambigua en su redacción general y, además, la obsesiva y orwelliana manera de vender las leyes reduciéndolas a lemas que ha tenido el actual gobierno en funciones, ha conseguido, a sabiendas, que cale en la sociedad el simplismo de que el “sólo sí es sí” es el culmen del consentimiento, sin peros, ni matices, ni problematizaciones.

Consentir es profundamente antierótico, radicalmente antisexual, y, por supuesto, extraordinariamente patriarcal. No hay consentimiento sin jerarquía: se tolera, condesciende o se consiente a un superior respecto a quien se padece una inferioridad. Cuando una relación se da entre iguales, los actos que de ella surjan son fruto de la voluntad y el deseo compartido sellado en la reciprocidad y la igualdad, ni siquiera en la negociación. Basar las relaciones sexuales en el consentimiento es reducirlas a un trámite ciego a cualquier realidad material (como que vivimos en un sistema patriarcal de desigualdades permanentes y tangibles entre hombres y mujeres). No todos los síes lo son. No los que se producen por miedo, chantaje, presión social o manipulación emocional.

Basar las relaciones sexuales en el consentimiento, y no en el deseo, es uno de los retrocesos más alarmantes vendido como progreso. Vanagloriarse de ello es un alarde de misoginia y estulticia. Denota no estar al tanto de trabajos como el de Carol Pateman o el de Ana de Miguel, fundamentales en el feminismo de las últimas décadas y ni siquiera oler a las teóricas de los años 60 y 70, esenciales en esta cuestión.